A estas alturas de 2020, cuando el coronavirus es ya una realidad global, parece que se disipa el sentimiento de fraternidad que por un momento nos mantuvo unidos frente a una amenaza común. Como si de un espejismo se tratara, las voces que prometían “saldremos mejores” han dado paso a la incertidumbre y a las dudas que emergen de toda crisis: ¿Quiénes saldrán mejor? ¿Y quiénes serán los peor parados?
Desde la Campaña Tecnología Libre de Conflicto nos sentimos obligados a plantear estas preguntas con la mirada puesta en las realidades que hemos venido acompañando en el Sur Global. Porque esta crisis va a agravar situaciones que ya de por sí eran injustas y si no mantenemos vivo ese sentimiento de fraternidad en la búsqueda de soluciones, mucha gente se va a quedar atrás.
La aceleración de la transición digital y el desafío de la transición energética
Las medidas de confinamiento adoptadas en los primeros meses de la pandemia han acelerado la expansión y consolidación del teletrabajo, el comercio digital y, en general, toda la actividad online. Paradójicamente, el distanciamiento físico fue seguido de un aumento del contacto virtual y del tráfico digital. La cotización en bolsa de las empresas tecnológicas (Amazon, Google, Apple, etc.) se disparó en un primer momento, acelerando una tendencia previa a la pandemia, si bien es cierto que, una vez pasada la euforia inicial, sus acciones han caído con la misma rapidez. Cosas de la bolsa (aquí lo explican en La Vanguardia).
En el mundo real, no obstante, el sector de los equipamientos TIC ha salido sin duda reforzado. Algunos blogs especializados (aquí y aquí) apuntan un incremento notable de las ventas de ordenadores personales, tabletas digitales, consolas, videojuegos y teléfonos móviles (de hasta un 20,4% en Europa), sólo en el primer semestre de 2020.
Este giro hacia la sociedad digital es una de las apuestas de futuro de las instituciones europeas, la más palpable para la ciudadanía de momento. La otra, si atendemos al Gran Acuerdo Verde que promete la Comisión Europea, es la transición energética hacia tecnologías bajas en emisiones (molinos de viento, movilidad eléctrica, paneles solares, etc.). Ambas propuestas, en la medida en que dependen de tecnologías intensivas en el uso de electrónica, van a tener un impacto en la demanda de “minerales en conflicto” (tantalio, estaño, wolframio y oro) y otros “minerales estratégicos” (cobalto, litio, cobre y tierras raras, entre otros). Por eso debemos mirar no sólo sus efectos aquí, sino también más allá de nuestras fronteras.
Las consecuencias humanas
La digitalización de la vida social está cambiando nuestras vidas y la pandemia no ha hecho sino acentuar ese proceso. Un estudio reciente asegura que “durante el confinamiento se utilizaron las pantallas durante 9 horas y 16 minutos al día: algo más de 5 horas se dedicaron a trabajo o estudio, y el resto, a otros usos como comunicarse o entretenerse” (Observatorio Social de la Caixa, 2020). Entre sus hallazgos más llamativos, se apunta una correlación negativa entre el tiempo diario invertido en redes sociales, entretenimiento y comunicación y el bienestar subjetivo. Por eso concluyen que un uso moderado de la tecnología permite alcanzar un mayor nivel de bienestar personal. Se trata de una cuestión a tener en cuenta cuando pensamos en el impacto que tiene la tecnología en nuestras vidas, especialmente en los más jóvenes. Pero también es una llamada de atención sobre la brecha digital y cómo esta crisis va a agravar la desigualdad entre quienes pueden permitirse vivir conectados y quienes no pueden hacerlo.
El tránsito a una sociedad digitalizada, en este sentido, no debe hacernos perder de vista las bases materiales de esta gran transformación global. Esta es una de las ideas que motivaron el lanzamiento de la Campaña Tecnología Libre de Conflicto cuando nos propusimos romper el vínculo existente entre el consumo de electrónica, la extracción y comercialización de minerales y la financiación de grupos armados en zonas en conflicto.
Con el tiempo, hemos ido aprendiendo que la conflictividad asociada a la minería tiene muchas aristas y plantea múltiples desafíos a las comunidades locales y más en tiempos del COVID-19. El pasado mayo, nos sumamos al llamado a la solidaridad y la cooperación con las comunidades afectadas por la minería que hicieron nuestros colegas de la Red Justicia en Minería en el contexto de la pandemia. Compartimos su preocupación por los efectos del confinamiento en el hostigamiento hacia los defensores y defensoras de los derechos humanos y del medioambiente; denunciamos la vulnerabilidad de los mineros artesanales y las estrategias de algunas empresas mineras para derogar legislaciones medioambientales y acelerar las tasas de extracción; y pedimos, asimismo, regulaciones de diligencia debida más exigentes para lograr cadenas de suministro más respetuosas con los derechos humanos y el medioambiente.
¿Qué más podemos hacer?
En ALBOAN creemos que no puede haber un consumo responsable sin una producción responsable. Por eso:
● Si quieres conocer el estado de los procesos legislativos que afectan a las cadenas de suministro de minerales, apúntate a nuestra newsletter en www.tecnologialibredeconflicto.org
● Si estás pensando en cambiar de móvil y no sabes qué criterios usar para elegirlo, echa un vistazo a nuestras preguntas frecuentes o a esta entrada en nuestro blog ¿Existe un móvil ético?
● ¡Firma nuestra petición y pídeles a los Ayuntamientos que consuman tecnología responsable!